Debería estar durmiendo ya... pero no puedo. Empieza a venir el sueñito, pero todavía no se me fueron las ganas de escribir...
Estaba pensando en las cosas que aprendí en estos últimos meses, y no dejo de sorprenderme... gratamente.
Resulta que a uno le enseñan que cuando una relación termina hay que hacer un duelo en el que todo es gris y duele el sol en el rostro. Pero no dejo de pensar que los días grises son un mal recuerdo y que todo lo que sucedió después de dar el gran paso es para mejor. Disfruto del sol, aliviada, con las heridas cicatrizadas, con la mirada serena, sin rencor, y habiéndome perdonado a mí misma por los errores cometidos.
Tengo una familia que acompaña, amigos con la boca llena de verdades y palabras de amor, y con la suerte de mi lado... por qué? Bueno, es simple, aprendí que el tiempo cronológico es una mentira, que no existe una cantidad de meses, horas o minutos que pasados nos señalan que es el momento de seguir adelante. Arrancamos en el mismo momento en que decidimos cambiar.
En poco tiempo logré ser más constante que nunca, me orienté al cambio (aunque cueste), y pude transitar mis días con el corazón abierto de par en par. Pese a todo sigo confiando en la gente, sostengo la mirada franca y la sonrisa amplia.
Recuperé mi excelente sentido del humor (y mi humildad, jaja) y parecería que incluso la gente nota mis ganas de vivir. El hecho es que todo esto no es sin esfuerzo, sin el trabajo persistente, pero rinde, y mucho.
El destino es bondadoso conmigo, pese a que me cruzó algunas personas oscuras, hoy no deja de sorprenderme... me da la posibilidad de seguir dando todo, como siempre, pero a gente que me ilumina y me llena de brillo.
Me voy a dormir envuelta en el glamour que me caracteriza (o sea, en joggin y ojotas...)